Vino verde. Hoy queremos hablar de uno de los vinos portugueses más notorios. Solo lo supera el renombrado oporto. Nos referimos al vino verde, que ya solo con su nombre pica la curiosidad de los más entendidos. La geografía donde se produce este caldo es la clave de su singularidad. Te invitamos a descubrir la región más «chispeante» del país vecino con nosotros.
Vino verde, ¿de que color es?
Aunque el nombre pueda llevarnos a engaño, el vino verde de Portugal, no es en realidad de este color. Ni siquiera se produce con uvas verdes. El vinho verde recibe ese nombre por la extremada juventud de los frutos con los que se produce. Es decir, que éstos se cosechan cuando todavía están «verdes». También se refiere al vívido color de los campos que se extienden por los valles de la ribera sur del Miño.
Ésta región al noroeste del país producen unos 90 millones de litros de vino verde anuales. Estos provienen de cerca de 22.000 pequeños vinicultores, que cultivan 21.000 hectáreas de viña. El área protegida por las montañas y bañada por el mar, reúne las condiciones climáticas ideales para esta variedad de vino. Un equilibrio perfecto entre la humedad constante y calor que empieza a asomar en primavera. Las cepas autóctonas también contribuyen a las características únicas del vino verde. Albariño, espadeiro, vinhao…
Además, la popularidad de la DO Vinho Verde ha traspasado fronteras. Se ha convertido la segunda variedad de vino más exportada de Portugal, solo después del afamado oporto. Estados Unidos, Alemania, Francia, Canadá, Reino Unido, Brasil y Suiza son los principales destinos de estas botellas. Aunque, como veremos a continuación, el vino verde fue la punta de lanza de las primeras explotaciones de vino portuguesas…
La historia de un clásico
Es cierto que el vino portugués no tiene la fama de los caldos franceses, españoles o italianos. Sin embargo, el vino verde proviene de una tradición ancestral. Las primeras referencias de producción al norte del río Miño, datan de los años 95 a 51 a. C. La actividad vitícola se desarrolló especialmente durante la Edad Media, cuando la densidad de la población alcanzó cotas insospechadas.
La viticultura fue impulsada principalmente por las necesidades del clero, que necesitaba el vino para la consagración dominical. Vaya,vaya… Así, la corona portuguesa apoyó el cultivo de la viña y la producción de vino. El crecimiento de la zona también se vio beneficiado por la inestabilidad política europea. Esto imposibilitó las relaciones comerciales entre Francia y Gran Bretaña. Por lo que Portugal se convirtió en una fuente de abastecimiento alternativo para los comerciantes ingleses.
Gracias a ello, en los siglos XII y XIII, el vino verde dio de comer a los pueblos al norte del país. Alfonso I, primer regente de Portugal, promulgó, además, una ley para impulsar la producción de vino. Ésta eximía del pago de impuestos a los viticultores durante los primeros cinco años de cosecha de sus tierras. Hoy en día, suponen el vino verde 60% de las botellas de la región del Miño.
¿Cómo tomar un vino verde?
Curiosamente, podemos encontrar versiones tintas, blancas y rosadas del vino verde. Todos destacan por juventud, ligereza y frescura; con toques afrutados y florales. De hecho, son especialmente populares entre los sectores más jóvenes de la población. También tienden a tener un punto gaseoso, sin llegar a considerarse espumosos. El suelo granítico es el que contribuye a la acidez de la uvas y caldos. La pronta vendimia y elaboración son la razón de su baja graduación alcohólica (8-11%). Y… ¡tiene menos calorías! Ideal para la operación bikini… del año que viene.
Los tintos son más vivos y refrescantes que otros de sus compatriotas y los rosados recuerdan a los frutos silvestres. Los blancos se caracterizan por su particular aroma a frutas tropicales maduras. También tienen una mayor proporción de alcohol. Una de las variedades con mayor reputación es la hecha con uva albariño. Estos vinos claros se producen en las pequeñas poblaciones de Monção y Melgaço.
Como decíamos, son vinos jóvenes, para beber en el año siguiente al embotellado. En cuanto al maridaje, dada su frescura y ligereza, el vino verde es especialmente recomendable para acompañar la mesa en verano. Dada su variedad, combina bien con casi cualquier elaboración no muy contundente. Aunque los que casan perfectamente con estos caldos son los pescados (incluido el sushi), el marisco, las carnes blancas, las ensaladas o los platos de verduras.
La vendimia más curiosa
La clave del vino verde es , obviamente, la baja maduración de las uvas. La vendimia se realiza entre la segunda semana de septiembre y el inicio de octubre. Además, la manera tradicional de cultivar viñedos en la zona es un tanto curiosa. Las cepas se cultivaban en lo alto, en pérgolas o incluso a lo largo de los árboles. El objetivo de este método era liberar el suelo para otras plantas como el maíz. Esto se debe a que estos otros cultivos han sido el sostén de la población local durante siglos.
Por desgracia, esta tradición solo empeoraba las uvas, más susceptibles al clima húmedo y poco soleado de la región. Por lo tanto, la productividad de las cepas era muy baja. Pocas viñas han mantenido esta forma de cultivo. Las producciones modernas se han centrado en la calidad más que en la cantidad, buscando métodos para mejorar la exposición al sol.
La fermentación, otra clave
En función del perfil del caldo producido, la fermentación se puede alargar más o menos. Pero el primer caldo del año se puede encontrar desde enero. En algunas bodegas tradicionales, el vino verde realiza su fermentación maloláctica en la botella misma. Esta técnica libera la acidez agresiva al paladar. Además, como consecuencia, desprende un gas carbónico natural, que le da es toque chispeante, conocido como “aguja”. Otras empresas terminan de elaborar el vino en depósitos (incluso de acero inoxidable). Después, justo antes de embotellarlos, se les añade gas carbónico para «imitar» el efecto levemente burbujeante.
La principal diferencia en la elaboración de vino verde blanco o tinto, radica en dos procedimientos. Para los primeros, se utiliza el método bica abierta, que implica la fermentación del caldo sin las pieles de la uva. En cambio, para los segundos se hace justamente lo contrario. Se emplea el método curtimenta, que consiste en macerar el vino con pieles y todo.
¿Te apetece probar el vino verde portugués?
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